Microfinanzas

Aunque su nombre las defina como pequeñitas, se encuentran tan extendidas en todo el planeta y por su tamaño ya podrían competir con los bancos y otras instituciones financieras. Aquí los aspectos básicos de estas auxiliares del bolsillo popular.

El inicio: 1976**. Mohammed Yunus acaba de regresar a su natal Bangladesh. Viene de la Universidad Vanderbilt, de Nashville, Tenesee, en donde cursó el doctorado en Economía. En su ciudad se dedica a la enseñanza, también en economía, en una escuela de educación superior.

A diario debe recorrer las calles atestadas. Vendedores de artesanías y mendigos saturan el aire con peticiones de ayuda. Tienen

hambre. En Bagladesh el ingreso promedio al día es de dos centavos de dólar por persona. El escenario es casi idéntico al que recorrió un siglo atrás Mahatma Gandhi. El país es libre pero… tiene hambre.

“El hambre es la peor forma de privación de un ser humano. ¿Para qué sirve mi enseñanza si la gente se muere de hambre?”, se pregunta Yunus.

En uno de sus recorridos camino a la escuela, conoció a Sufia, una mujer de 21 años, madre de tres hijos, que se ganaba la vida fabricando cestos de bambú. El intermediario se encargaba de pagarle un precio que no le permitía recuperar los materiales, por lo que vivía de pedir prestado.

Yunus lo calculó: si tan sólo ella tuviera 10 dólares para invertir en insumos, pagaría sus deudas, tendría capital de trabajo y, además, su propia fuente de empleo.

Compartió con sus alumnos estas observaciones. Les pidió que salieran a las calles y preguntaran a la gente cuánto necesitarían como préstamo para salir adelante. La respuesta promedio se estableció en 27 dólares. Mohammed prestó el dinero a Sufia y a más artesanos, capital que salió de su bolsillo.

Acudió a bancos y al gobierno, pero ninguno ofreció ayuda: ¿Quién querría prestar dinero a quien no puede pagarlo?

Sin embargo, al cabo de unas semanas, la gente que había recibido los 27 dólares regresó a cubrir su deuda. Yunus recibió el capital íntegro y lo reinvirtió en más artesanos. El dinero fue creciendo y la ayuda expandiéndose hasta llegar a 100 aldeas; ese crédito revolvente fue la semilla del Banco Grameen, la institución que decidió fundar Mohammed Yunus 36 años atrás, dedicada a los ciudadanos de escasos recursos.

Así mide Grameen la pobreza

El banco lleva un sistema de mo¬nitoreo diario para ver cuántos de sus clientes han salido de la pobre¬za extrema. Yunus considera que 58% de la gente afiliada al Grameen Bank durante cinco años o más lo¬gra salir de la miseria.

Manejan 10 indicadores para medir el grado de pobreza y sus avances para dejarla atrás.

Éstos son:

1. ¿Cómo es su techo?

2. ¿Es un techo de material sólido?

3. ¿Los puede proteger de la lluvia?

4. ¿Tienen letrinas sanitarias?

5. ¿Tienen red contra mosquitos?

6. ¿Tienen cobijas para el frío?

7. ¿Tienen ropa para invierno?

8. ¿Tienen suficientes ahorros en una cuenta bancaria?

9. ¿Tienen acceso a agua potable?

10. ¿Los niños acuden a la escuela?

Una vez que la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, se considera que la familia ha salido de la pobreza extrema. Fuente: Grameen Bank.

De lo micro a lo macro

Micro significa “una millonésima parte de la unidad”. También, según el diccionario, es una abreviatura para indicar “muy pequeño”. Pero para un fenómeno tan extendido en todo el mundo, “microfinanzas” en realidad es una megatendecia que ha enraizado en numerosas naciones.finanzas

Rodolfo Minzer, oficial de Asuntos Económicos de la Unidad de Desarrollo Económico en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señala que si bien no hay definiciones clave de qué son las microfinanzas, “la idea central es que se trata de micropréstamos, que en promedio son de poco más de mil dólares”, aunque por supuesto la cantidad es variable en cada región.

Minzer es un estudioso del tema y es de los pocos que han generado mediciones alrededor de las microfinanzas (además, claro, de los indicadores que hay en el Microfinance Information Exchange, MIX). “Generalmente se enfocan a créditos productivos, no tanto a consumo”.

Las hay reguladas y no reguladas, prosigue el especialista. Suele ocurrir que tienen métodos de medición diferentes, por lo que compararlas entre sí es una labor más que difícil, pues no se tiene la misma información sobre todas. Aún así, Minzer, desde su trabajo publicado en la Cepal, ha reunido algunos comparativos —Las instituciones microfinancieras en América Latina: factores que explican su desempeño—que le permiten aportar datos al tema.

Las microfinanzas, señala, funcionan para abatir los bajos niveles de bancarización, especialmente en los países en vías de desarrollo. Los bancos tienen muchas exigencias para abrir una cuenta en general “y peor si es para un crédito”.

Así, resultan especialmente útiles para quienes no tienen un historial crediticio o garantías para acceder a un crédito. Por otra parte, manejan préstamos de alrededor de mil dólares, que resultarían muy pequeños para un banco.

Estos factores explican, en parte, por qué las tasas de interés de las microfinancieras suelen ser altas. “Pero no es lo determinante”, subraya Minzer.

Es por el fondeo

Que, en efecto, las tasas de interés que se manejan por estos préstamos resulten significativas, se debe fundamentalmente a que a las instituciones que las manejan se les dificulte acceder a fuentes financieras para conseguir dinero.

Así lo detalla Minzer en el estudio aquí citado de la Cepal: “Existe una serie de argumentos que pueden explicar por qué las tasas de interés cobradas por los microcréditos son superiores a las del sistema bancario tradicional. Primero, es preciso recordar que el microcrédito se le entrega normalmente a clientes que no poseen garantías reales ni tampoco un historial crediticio que los pueda avalar, por lo que se advierten como de mayor riesgo”.

“En segundo lugar, los costos de operación asociados a la canalización del microcrédito son mayores, en comparación con los de la banca tradicional, ya que muchas veces los clientes potenciales no cuentan con información financiera respecto de sus propios negocios y se hace necesario recopilar y procesar dicha información”.

La clasificación banco

Las instituciones financieras que canalizan el microcrédito se suelen clasificar en distintas categorías:

1) organizaciones no gubernamentales (ONG),

2) cooperativas y uniones de crédito,

3) bancos e instituciones financieras no bancarias.

A su vez, estas instituciones se clasifican en tres grupos:

1) aquellas que otorgan microcréditos a prestatarios individuales,

2) las que lo hacen por medio de grupos solidarios,

3) quienes utilizan el modelo de bancos comunitarios.

Un banco comunitario (Village Bank) está conformado por un número de vecinos pertenecientes a una comunidad de escasos recursos que acuerdan conformar un grupo de prestatarios. Para evitar el requerimiento de garantías reales, este modelo se basa en el uso de garantías recíprocas, esto es, cada miembro acepta garantizar al resto de los afiliados en la medida en que alguno de ellos no esté en condiciones de repagar el préstamo.

Fuente: Las instituciones microfinancieras en América Latina: factores que explican su desempeño. Rodolfo Minzer. Serie Estudios y Perspectivas, CEPAL (sede subregional en México), junio de 2011.

A las microfinancieras les cuesta trabajo sobrevivir. Sus costos son más elevados que los de un banco comercial, no tienen acceso al sistema financiero, se dirigen a clientes más bien rurales y ellas mismas deben hacer sus propios estados financieros.

Muchas de ellas no están reguladas, así que la competencia en este sector también resulta heterogénea.

¿Topar las tasas de las microfinancieras para mitigarlas? No es buena idea, anota Minzer, eso desmotivaría a las empresas participantes. “Lo que se necesita es que se les procuren fondos”.

Hacerles llegar fuentes económicas para que consigan dinero y puedan prestarlo.

 

Un caso de éxito mexicano

Las microfinanzas atienden a los sectores populares que se han alejado del sistema bancario por su complejidad de productos.

“Requieren que, como instituciones, desarrollemos metodologías y productos que no se parecen a los de la banca tradicional” explica Daniel Manríquez, subdirector de Opinión en Compartamos Banco, institución de microfinanzas con 2.3 millones de clientes en su cartera, son la institución más grande de América Latina en su rubro.

dineroEstos microcréditos van dirigidos a gente que normalmente no cuenta con una propiedad que les permita respaldar el préstamo, anota Manríquez. Este banco generalmente otorga créditos a grupos solidarios (aunque tienen una larga tradición de trato con mujeres) bajo un modelo de crédito a la palabra (muestran su identificación oficial y un comprobante de domicilio. Es todo). No hay costos de renovación ni de papelería.

Son créditos de bajos montos (unos $12,000), que tienen vida muy corta (16 semanas). Se pagan en cuotas semanales, de todo el grupo.

Manríquez señala que el monto promedio varía mucho por país. En Bolivia el microcrédito promedio es de 1,000 dólares, en México es de 500 dólares. En Compartamos es de 375 dólares.

“Esto quiere decir que nosotros estamos llegando a un sector de la población con menores ingresos que los que se atienden en otras instituciones”, detalla el ejecutivo.

Aunque tienen productos en los que los préstamos pueden ser de hasta $30,000 o, en otros casos (para PyMEs) de hasta $100,000. La mirada de Yunus vio en este método de micropréstamos un detonador para que sus paisanos salieran de la pobreza. Más de 40 años después este método ha encontrado sus cauces y sus éxitos. Para que persista, aún es necesario vencer algunos retos, como incluir a las microfinancieras faltantes a un sistema bien regulado y transparente, que permita una administración con mejores prácticas y menores riesgos, que a la vez debería atraerles más fuentes de financiamiento para que puedan prestar dinero con menos intereses.

Representan acceso al crédito como vehículo que permite luchar contra la pobreza. Y para emprender.

Las recomendaciones

Si tienes un proyecto productivo (una microempresa) y deseas un crédito para financiarla, acércate a una microfinanciera. Para elegir, considera los siguientes aspectos:

Busca una institución regulada. En la página electrónica de la CNBV (www.cnbv.gob.mx) hay una lista que te será útil: el Padrón de Entidades Financieras Supervisadas. También puedes consultar el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (SIPRES) de la Condusef en www.condusef.gob.mx o el Catálogo del Sistema Financiero Mexicano (CASFIM) a cargo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en www.shcp.gob.mx

No creas en ofertas milagrosas. Hay empresas que ofrecen “grandes préstamos con pocos pasos”. Esto es irreal y representa un riesgo.

Aprende a comparar. Hay que considerar costos adyacentes al contratar el crédito (los intereses y, de ser el caso, las comisiones, por ejemplo).

No temas preguntar toda la información que requieras, hasta que te quede claro lo que contratarás. Si no te sientes bien dirigido, es preferible que cambies de institución.

Solicita sólo la cantidad que necesitas para el negocio. Es mejor solicitar el financiamiento que requieres en el momento y del que tienes capacidad de pago. En este sentido es similar a una tarjeta de crédito: hay que ser responsable del manejo.

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